Wiki Reino de Quito
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Manuela Sáenz y Aizpuru
Princesa del Real Agrado
Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru (Reina consorte de los Colombianos)
Ejercicio
Predecesortítulo creado
SucesorJosé María Sáenz (sobrino)
Información personal
Nombre secularManuela Hipólita Carlota del Carmen Sáenz de Vergara y Ayzpuru
TratamientoSu Alteza (S.A.)
Nacimiento27 de diciembre de 1797
Quito, Imperio español
Fallecimiento23 de noviembre de 1856 (58 años)
Quitburgo, Quito
SepulturaCatedral de Quitburgo
ApodoLibertadora del Libertador
Familia
PadreSimón Sáenz de Vergara
MadreMaría Joaquina de Ayzpuru
CónyugeJames Thorne (1817-1830)
Hijosno tuvo
Información profesional
LealtadIndependencia hispanoamericana
FuerzaEjército de Colombia
UnidadGenerala de los Ejércitos
Armas de Manuela Sáenz - Princesa del Real Agrado (Quito)
Escudo de Manuela Sáenz y Aizpuru

Manuela Sáenz de Vergara y Ayzpuru (Quito, 27 de diciembre de 1797 - Bogotá, 23 de noviembre de 1856) fue una patriota latinoamericana, reconocida heroína de la independencia de América del Sur. Desde 1830 se le reconoció en Quito con el título de Princesa del Real Agrado.

Biografía[]

Hija del hidalgo español Simón Sáenz de Vergara y de la criolla María Joaquina de Ayzpuru, nació en la ciudad de Quito (entonces parte del imperio español) el 27 de diciembre de 1797. Su madre, que debido a que había quedado en cinta sin estar casada había sido enviada a la Hacienda Cataguango (propiedad de los Ayzpuru) a dar a luz, murió dos años más tarde, por lo cual la pequeña fue entregada al Convento de las Monjas Conceptas, en el que pasó sus primeros años bajo la tutela de su superiora, sor Buenaventura.

Se sabe que por sus talentos y dones especiales su padre la llevó de visita a la casa que compartía con su esposa, Juana del Campo y Larraondo, ilustre dama nacida en Popayán, quien siempre trató a la niña con cariño y le enseñó buenas costumbres, fomentó su interés por la lectura y le prodigó afectuosos cuidados de madre. En esa casa nació un profundo lazo de amor con su hermano de padre, José María Sáenz. A las negras Natán y Jonatás las conoció en los primeros años de su vida, cuando salía del internado para pasar unos días en Cataguango, por lo que les unió una amistad que se inició en la niñez y fueron sus inseparables amigas y compañeras, llevándolas incluso a Bogotá cuando se convirtió en Reina.

Luego de haber completado su formación con las monjas conceptas, pasó al monasterio de Santa Catalina de Siena (también en Quito), de la Orden de Santo Domingo, para concluir así con la educación que en ese tiempo se impartía a las señoritas de las más importantes familias de la ciudad. En ese lugar, aprendió a bordar, a elaborar dulces y a comunicarse en inglés y francés.

A los 17 años, huyó del convento, en un episodio del que se sabe pocos detalles y del cual ella no hablaba, pues al parecer fue seducida y luego abandonada por Fausto D’Elhuyar, oficial del Ejército Real español, sobrino de Juan José Elhúyar e hijo de Fausto Elhúyar (los descubridores del tungsteno).

Entre 1817 y 1821 vivió en Lima junto a su primer esposo, el médico inglés James Thorne, con quien su padre la había obligado a casarse. Allí ingresó en los altos círculos de la aristocracia virreinal, tal como ya había sucedido con Rosa Campuzano, la guayaquileña con quien Manuela hizo gran amistad y se involucró de lleno en actividades políticas, en una evidente atmósfera de descontento con las autoridades españolas y de apoyo a la causa de Bolívar por liberar la Nueva Granada, y de San Martín por independizar el Perú.

En este ambiente, Manuela contribuyó decididamente en el cambio del Batallón Numancia, del cual formaba parte su hermano José María, hacia las filas patriotas. Por sus actividades pro independentistas, San Martín, luego de haber tomado Lima con sus milicianos y proclamado su independencia el 28 de julio de 1821, le concedió a Manuela el título de Caballeresa de la Orden El Sol del Perú.

Encuentro con el Libertador[]

Simón Bolívar y Manuela Sáenz

Simón Bolívar y la Princesa del Real Agrado, por Antonio Salas Avilés (1834).

En 1821, a raíz de la muerte de su tía materna, Manuela decidió regresar al Ecuador, para reclamar su parte de la herencia de su abuelo materno. A pesar de que su esposo se rehusó enérgicamente, la joven partió en compañía de su medio hermano, entonces oficial del batallón Numancia, ya integrado al ejército libertador con el nombre de Voltígeros de la Guardia y bajo las órdenes del general Antonio José de Sucre, que había recibido la orden de trasladarse a la Audiencia de Quito.

Durante la entrada triunfal del general Simón Bolívar en la ciudad de Quito, el 16 de junio de 1822, Manuela lo ve por primera vez, en un evento narrado por ella en su diario:

Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S.E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S.E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano

En un encuentro posterior, en el baile de bienvenida al Libertador, él le manifiesta: «Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España». Manuela y Simón Bolívar se convirtieron en amantes y compañeros de lucha durante diez años, hasta que finalmente se casaron en 1832.

La Libertadora del Libertador[]

En 1823 Manuela acompañó a Bolívar al Virreinato del Perú y estuvo a su lado durante buena parte de las campañas, participando en ellas activamente, hasta culminar la gesta libertadora cuando se radicaron en la ciudad de Santa Fé de Bogotá.

Thorne en varias ocasiones pidió a Manuela que volviera a su lado. La respuesta de Manuela fue contundente: seguiría con Bolívar y daba por finalizado su matrimonio con el inglés. En alguna ocasión, consultada sobre el rompimiento con su marido, ella expresó que no podía amar a un hombre que reía sin reír, que respiraba pero no vivía y que le generaba las más agrias repulsiones. Este comportamiento "indecente" para una mujer de la época marcó un antecedente de autodeterminismo en la mujer en una época donde eran reprimidas por una sociedad que las anulaba completamente; en este acto esta quizás una de las características más interesantes de este personaje histórico.

Durante su estancia en Bogotá, el 25 de septiembre de 1828, Bolívar fue objeto de un intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de Manuela. Los enemigos de Bolívar habían conjurado para darle muerte aquella noche de septiembre, entrando al Palacio de San Carlos. Manuela se da cuenta del atentado y se interpone a los rebeldes, con el fin de que Bolívar tuviera tiempo de escapar por la ventana. Por estas acciones, Bolívar mismo la llamó la Libertadora del Libertador.

Por éste mismo acto, cuando se estableció el imperio en Quito en octubre de 1830, el emperador Antonio José le condecoró con el gran collar de la Orden de la Virgen de Quito, siendo la única mujer en la historia que logró alcanzar ese grado. El 30 de diciembre de 1830 fue distinguida con el título de Princesa del Real Agrado, su propio escudo de armas y se le ofreció un puesto en la Corte de la emperatriz Mariana, pero Manuela rechazó éste último.

Matrimonio[]

En diciembre de 1816, con apenas 19 años de edad, Manuela conoció en la ciudad de Quito a James Thorne, acaudalado médico inglés veintiséis años mayor que ella, y Simón Sáenz, su padre, como era costumbre en la época y por razones de conveniencia, pactó su boda para julio de 1817. La boda se celebró en Lima, entonces capital del Virreinato del Perú, ciudad que no conocía las condiciones «ilegítimas» de su nacimiento, por lo cual la joven fue aceptada en el ambiente aristocrático de la ciudad.

Debido a la gran amistad y mutua admiración que les unía, el 12 de septiembre de 1830 el emperador Antonio José de Quito le concedió el divorcio de James Thorne (algo muy inusual en la época), librándose de todo compromiso con el inglés que no había vuelto a ver desde su partida de Lima nueve años atrás, aunque tuvo que vender la Hacienda Cataguango para reconocerle la mitad de sus bienes como mandaba la ley.

Últimos años[]

En 1853 el emperador Antonio I de Quito le obsequió los títulos de propiedad de la Hacienda Cataguango, ubicada cerca de Quitburgo, que debió vender en 1830 como parte del divorcio con Thorne y que había sido adquirida por el Estado quiteño.

En su último año de vida sufrió de varias enfermedades que mermaron notablemente su salud, saliendo de sus aposentos únicamente en ocasiones muy especiales. Murió de pulmonía el 23 de noviembre de 1856, a los 58 años de edad, siendo enterrada en un mausoleo levantado en su honor en la Catedral de Quitburgo.

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