Wiki Reino de Quito
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Antonio I de Quito
Emperador de Quito
Antonio José de Quito 01
El emperador Antonio I, por Diego de Benalcázar (1832)
Reinado
19 de octubre de 1830 - 17 de junio de 1854
Predecesortítulo creado
SucesorAntonio II de Quito
Información personal
Nombre secularAntonio José Ignacio Mauricio de Sucre y Alcalá
TratamientoSu Majestad Imperial (S.M.I.)
Otros títulosGran Mariscal de Ayacucho
Proclamación19 de octubre de 1830
Coronación5 de noviembre de 1830
Nacimiento3 de febrero de 1795
Cumaná, Capitanía General de Venezuela
Fallecimiento4 de junio de 1830 (35 años)
Palacio de El Deán, Quitburgo
SepulturaCripta Imperial del Deán, Quitburgo
Himno realMarcha del Emperador
Religióncatólica
ApodoGran Mariscal de Ayacucho
Familia
Casa realCasa de Sucre-Quito
PadreVicente de Sucre y García de Urbaneja
MadreManuela de Alcalá y Sánchez
ConsorteMariana Carcelén de Guevara
HerederoAntonio II de Quito
HijosVéase Descendencia
Información profesional
LealtadGran Colombia
UnidadEjército del Sur
MandosComandante en Jefe
Escudo de Armas de Antonio José (Reino de Quito)
Quito, honor y libertad

Antonio I de Quito, (Cumaná, 3 de febrero de 1795 – Quitburgo, 17 de junio de 1854), fue emperador de Quito entre 1830 y 1864. Destacado líder militar del ejército independentista de Simón Bolívar, antes de su ascenso al trono quiteño alcanzó el grado máximo de Gran Mariscal de Ayacucho, siendo Comandante en Jefe del Ejército de la Gran Colombia y Comandante del Ejército del Sur. Ocupó además los cargos de Gobernador del Perú entre 1822 y 1823, y Presidente de Bolivia entre 1825 y 1828.

Vida familiar[]

Su nombre de pila era Antonio José Ignacio Mauricio de Sucre y Alcalá; era hijo de una familia acomodada y de tradición militar con orígen en Bélgica (entonces parte del imperio español). Su padre fue el coronel Vicente Vitto de Sucre y García de Urbaneja, Regidor y Alcalde Ordinario del Ayuntamiento de Cumaná entre 1799 y 1800, miembro de la Junta Suprema de Gobierno de dicha ciudad en 1811 y 1812 y Comandante del Castillo de Villapol en Guayana entre 1817 y 1818. Su madre, María Manuela de Alcalá y Sánchez-Ramírez de Arellano, pertenecía a una familia de larga experiencia política al servicio de la corona española en América.

Perdió a su madre a los siete años de edad. Aún adolescente fue enviado junto con su hermano Pedro a la ciudad de Caracas, al cuidado de su padrino el presbítero Antonio Patricio de Alcalá, para iniciar estudios de ingeniería militar en la Escuela de José Mires.

En 1813, su hermano Pedro fue fusilado en La Victoria por los realistas; y víctimas de José Tomás Boves mueren en Cumaná sus hermanos Vicente y Magdalena. No menos de 14 de sus parientes inmediatos perecerían en la Guerra de Independencia de Venezuela.

Matrimonio[]

Antonio José de Quito y Mariana Carcelén de Guevara

Antonio José y Mariana antes del Imperio (1829).

Tras el triunfo en la Batalla de Pichincha, Antonio ingresó triunfante en la ciudad de Quito, donde conoció a doña Teresa de Larrea-Zurbano y Jijón, esposa del Marqués Felipe Carcelén de Guevara, quien había escondido a las tropas independentistas en su hacienda la noche previa a la batalla. La Marquesa se había refugiado por precaución en el convento de Santo Domingo con sus tres hijas, hasta donde Antonio ingresó para mostrarle gratitud por el favor recibido del Marqués y ofrecerles toda clase de garantías para que volvieran a casa.

En primera instancia, el Mariscal no había mostrado mayor interés por ninguna de las muchachas Carcelén de Guevara, pero la amistad que había logrado con la familia le permitió que con el pasar de los días conociera bien a Mariana, la mayor de las hermanas. En una misiva posterior enviada a su hermano Jerónimo, el futuro Emperador le confesó que si bien la joven no le parecía la más atractiva, si era la más tierna, dócil y refinada que había conocido.

Antonio obtuvo el permiso de los Marqueses de Solanda para visitar periódicamente a la muchacha, que tampoco estaba encantada con el general venezolano, pero lo recibía por presión de sus padres que estaban interesados en la relación con el nuevo orden político que se avecinaba tras la independencia. Aunque con el tiempo confesaría que se llegó a enamorar profundamente de él, solo lo haría después del matrimonio.

En 1826, Antonio quiso saber la opinión de Bolívar sobre el noviazgo con Mariana, recurriendo a él no como jefe sino como padre y amigo; con esta consulta, quería asegurarse de no afectar los planes políticos del Libertador, quien al final se tornó comprensivo, aunque lamentó perder el constante apoyo de su pupilo.

Mientras cumplía con sus funciones presidenciales en Bolivia, Antonio José mantuvo en la distancia su relación amorosa, renovada a través de un intenso intercambio epistolar. No obstante, de manera simultánea, entabló tres relaciones amatorias con hijos ilegítimos en Guayaquil, La Paz y Chuquisaca; en esta última población estrechó vínculos sentimentales con doña María Manuela Rojas, romance que le acarreó serias complicaciones por cuanto esta se hallaba comprometida con Casimiro Olañeta. El engañado, quien había sido consejero de Sucre, jamás le perdonó esta aleve traición y eso lo llevó a maquinar un atentado que se materializó el 18 de abril de 1828, insuceso del cual su víctima salió malherida. A pesar de estas aventuras, en el fondo, Mariana seguía siendo la mujer de sus afectos.

En medio de un ambiente político lleno de rivalidades, la firme intención de Antonio era retirarse de la actividad pública y reunirse con su novia. Fue así como pide la mano de Mariana en matrimonio, en parte enamorados, en parte presionados por la familia Carcelén. Debido a que el mariscal Sucre no podía desatender su cargo de Presidente de Bolivia, entregó un poder al general Vicente Aguirre para que le representara en la ceremonia matrimonial efectuada el día 28 de abril de 1828 en la ciudad de Quito.

Antonio le encargó al general Aguirre adquirir la parte nororiental de la inmensa mansión de los Carcelén para destinarla como residencia del matrimonio. Acto seguido, y mediante correspondencia, este le reseñó a Sucre la estructura del inmueble, y Antonio José, gracias a sus estudios colegiales de ingeniería, mandó unos planos para su rehabilitación y decoración.

Luego, el mariscal Sucre se dirigiría a Quito, a donde llegaría el 30 de septiembre de ese año para hacer vida familiar con su esposa. En los días siguientes recibiría una carta de Simón Bolívar deseándole lo mejor en su nueva vida, y que viese cristalizados sus sueños personales: «Ojalá sea usted más dichoso que los héroes de la Grecia cuando tornaron de Troya. Quiera el cielo que usted sea feliz en los brazos de su nueva Penélope» Diez meses después nacería la primera hija de la pareja, María Teresa.

Para 1829, Mariana ya había heredado los títulos y la fortuna de su padre. La nueva Marquesa y el Mariscal invirtieron mucho tiempo y dinero en la ampliación de la antigua casa de hacienda de la familia Carcelén en el oriente de la ciudad, hasta convertirlo en lo que hoy conocemos como Palacio de El Deán, y en el que la pareja pasó mucho tiempo libre. Mariana también aprovechó este tiempo para acercarse a la familia de su esposo, especialmente a su cuñado Jerónimo.

Pero al parecer, no todo era dicha para la pareja, pues la Marquesa no había resultado muy hábil para el manejo de los caudales heredados de su, por demás, rica familia. Se sabe incluso que se negó a pagar una contribución forzosa al gobierno grancolombiano, aporte que finalmente debió efectuar Antonio de su propio peculio. En varios momentos, él se sintió desesperado ante los tropiezos que había experimentado en su intento por afianzar unas sólidas bases económicas que le aseguraran un mejor futuro a su hija.

En noviembre de 1829, el mariscal Sucre recibió la orden de regresar a Bogotá para presidir un Congreso mediante el cual se quiso evitar la disolución de la Gran Colombia. Poco antes de abandonar Quito, dejó firmado su testamento declarando como heredera universal a su hija Teresa. Aún hoy persiste el dilema de por qué excluyó a su esposa, aunque autores como Rumazo sostienen que lo hizo en prevención a que ella enviudara y volviera a casarse, con lo cual la pequeña quedaría desamparada.

Durante el viaje a la capital grancolombiana, Mariana se mantuvo muy presente en la mente de Sucre, y él así se lo hizo saber: «Te escribo (…) para decirte que te pienso cada vez con más ternura, para asegurarte que desespero por ir junto a ti; para pedirte que por recompensa de mis delirios, de mi adoración por ti, me quieras mucho me pienses mucho(…) Todo, todo, todo lo pospondré a dos objetos: primero el complacerte, y segundo, a mi repugnancia por la carrera pública. Solo quiero vivir contigo en el retiro y en el sosiego. Me alegraré si puedo con esto darte pruebas incontestables de que mi corazón está enteramente consagrado a ti, y de que soy digno de que busques los medios de complacerme y de corresponderme».

En una misiva posterior, confesó estar cada vez más enamorado de su esposa y, para complacerla en la distancia, había recomendado a su edecán que le consiguiera unos brillantes y a su hermano Jerónimo que le comprara unas perlas. Ambos obsequios fueron surmontados y son hoy conocidos como los botones Sucre-Carcelén, y son parte de las joyas de la corona quiteña.

Desendencia[]

Archivo:Familia Sucre-Carcelén de Guevara.jpeg

La familia imperial (1836).

De la unión entre Antonio y Mariana nacieron tres hijos:

Carrera Militar[]

En 1810, la Junta de Gobierno de Cumaná le confiere el empleo de subteniente de milicias regladas de infantería. Este grado fue ratificado por la Junta Suprema de Caracas el 6 de agosto de ese mismo año. En 1811 desempeña en la Isla de Margarita el cargo de comandante de ingenieros. El 31 de julio de ese año recibió el despacho de teniente.

En 1812 se halla en Barcelona (Venezuela), en calidad de comandante de la artillería. Allí, el 3 de julio del citado año, junto con otros ciudadanos notables, firmó el acta de la junta de guerra que se reunió aquel día para resolver lo conducente a la seguridad de la República, a raíz de la ofensiva de Domingo de Monteverde en Caracas y la ocupación de Cúpira por un grupo de partidarios del rey español Fernando VII.

En 1813, bajo las órdenes del general Santiago Mariño, integra el grupo de republicanos conocido como los "Libertadores de Oriente" y participa en las operaciones para la liberación de aquella parte de la entonces Capitanía General de Venezuela, dentro del imperio español. En agosto de 1819 fue ascendido a General de Brigada por el Vicepresidente de Venezuela, Francisco Antonio Zea; grado que sería ratificado por Bolívar el 16 de febrero de 1820.

El 11 de enero de 1821 en Bogotá, Bolívar nombra a Antonio José como Comandante del Ejército del Sur, que era la fuerza que desde 1820 operaba en Popayán y Pasto. Sin embrago, Antonio José nunca recibió el cargo efectivo, pues razones de índole estratégica y política hicieron que Bolívar anulase tal designación y le diese comisión para marchar a Guayaquil, donde asumiría la misión de hacer que la provincia (la cual se había independizado de los españoles en octubre de 1820) se incorporase a la República de la Gran Colombia y tomar el mando de las tropas que hubiese en la ciudad portuaria, como pasos previos para la liberación de Quito, que era el propósito principal de las operaciones que se ejecutaban.

Tras la victoria de Ayacucho, que sellaría definitivamente el proceso independentista peruano en diciembre de 1824, el Congreso de ese país otorga a Antonio José el grado de Gran Mariscal. De la misma manera, y por las mismas razones, Bolívar le nombra General en Jefe de los Ejércitos.

Independencia de Quito[]

Siguiendo órdenes de Bolívar para incorporar la Provincia de Guayaquil a la Gran Colombia, Antonio José llega a la ciudad y se presentarse ante la Junta de Gobierno, a quienes expone la idea de una unión. El 15 del mismo mes fue celebrado un tratado entre Antonio José por Colombia y José Joaquín de Olmedo, Francisco Roca y Rafael Jimena, miembros de la Junta; el tratado estipulaba que Guayaquil mantendría su soberanía, pero bajo la protección de Colombia. En aquella oportunidad AntonioJosé quedó facultado para abrir la campaña contra los realistas, y con tal motivo, Guayaquil le ofreció todos los recursos disponibles para liberar a Quito.

El 19 de agosto de 1821 se da la batalla de Yaguachi entre tropas independentistas guayaquileñas de la División Protectora de Quito y refuerzos grancolombianos, liderados por Antonio José, contra las tropas realistas del coronel Francisco González Desam. Antonio José vence a los españoles y aseguró así la independencia definitiva de la Provincia Libre de Guayaquil.

Tras haber vencido en Yaguachi, las tropas de Antonio José inician su avance hacia Quito. Los españoles al mando del mariscal Melchor de Aymerich los seguían de cerca y tomaron posiciones en un terreno llamado Huachi, donde ya habían derrotado a fuerzas guayaquileñas un año atrás. El 12 de septiembre de 1821, tras un breve contacto entre ambas fuerzas, los realistas intentaron huir. El general José Mires permitió a los batallones Albión y Guayaquil perseguir a los realistas, pero estos fueron atacados por la caballería e infantería hispana que dio vuelta y cercó a los batallones patriotas. Con el ejército independentista en desorden y Antonio José herido, las tropas se replegaron hacia Guayaquil, dejando en el campo de batalla a muchos hombres y pertrechos.

Una vez recuperados, Antonio José y sus tropas alcanzan la ciudad de Quito el 23 de Mayo de 1822, donde pernoctan en los terrenos de la hacienda Chillogallo, perteneciente al Marqués de Solanda (que apoyaba la causa independentista y que más tarde se convertiría en su suegro).

Al amanecer del día 24, los centinelas españoles apostados cerca de la ciudad avistaron a las tropas de Antonio José ascendiendo por las laderas del Pichincha. Melchor de Aymerich, entonces consciente de la intención de las tropas enemigas de flanquearlo mediante el ascenso al volcán, ordenó a su ejército de 1.894 hombres subir por la montaña lo más pronto posible, para oponerse ahí a Antonio José. Al haberse encontrado en un campo de batalla tan improbable, los dos comandantes no tuvieron otra opción más que enviar gradualmente sus tropas a la batalla; existía poco espacio para maniobrar en las empinadas laderas del Pichincha, entre profundos barrancos y densos matorrales. Finalmente tras una encarnizada batalla en la que ambos bandos estuvieron a punto de salir ganadores, los soldados de Antonio José dieron el grito de victoria en la cima del Pichincha, a más de 3000 metros de altura, a las doce del medio día.

La victoria bélica de Antonio José se completó con la capitulación que concedió al Mariscal Aymerich al día siguiente, el 25 de mayo en el Palacio de Carondelet, y que marcaría el fin del dominio español en las tierras quiteñas, que se incorporaron inmediatamente a la Gran Colombia, y que más tarde se convertirían en su propio imperio.

Independencia de Perú[]

Tras la retirada del general José de San Martín, las derrotas militares y las pugnas políticas entre los patriotas peruanos debilitaron las fuerzas independentistas de ese país. El gobierno fue presionado por la opinión pública para solicitar la intervención de Bolívar, quien envió 6.000 hombres que ya tenía preparados en Quito, en dos expediciones sucesivas de 3.000 hombres cada una, con el general Antonio José de Sucre al mando de las fuerzas y encargado de negociar con el Perú los términos en que la Gran Colombia intervendría en la guerra contra los españoles que aún se encontraban en tierras peruanas.

El 6 de agosto de 1824, el ejército independentista triunfó ampliamente en los campos de Junín, hecho que revitalizó la moral del ejército peruano y que repercutiría en la célebre Batalla de Ayacucho. La capitulación de Ayacucho, celebrada el 9 de diciembre de 1824, sellaría la independencia de los territorios que aún se hacían llamar Virreinato del Perú (aunque Lima ya estuviese libre).

Independencia de Bolivia[]

Luego del triunfo de Ayacucho, y siguiendo precisas instrucciones de Bolívar, Antonio José entró en territorio altoperuano (actual Bolivia) el 25 de febrero de 1825. Su papel se limitó a dar visos de legalidad a un proceso que los mismos altoperuanos ya habían puesto en marcha, y que culminó con la capitulación del general español José María Valdéz tras la Batalla de Chequelte. Llegando a su fin la guerra independentista en el Alto Perú.

Guerra grancolombo-peruana[]

La Guerra grancolombo-peruana (1828-1829) fue un conflicto armado que enfrentó a la República de Gran Colombia contra el Reino del Perú por el dominio de Quito y otras zonas reclamadas por Perú. Se inició con la Invasión peruana de Bolivia y culminó favorablemente para los grancolombianos en la decisiva Batalla de Tarqui.

Las relaciones de la Gran Colombia con el Perú habían sido tirantes desde principios de 1827, cuando una revuelta en Lima derrocó al régimen establecido allí por Simón Bolívar antes de su regreso a casa. El nuevo gobierno peruano también había fomentado la incursión de la tercera división de su ejército a Quito; y Simón Bolívar estaba convencido de que el Perú estaba dispuesto a promover un conflicto armado con el objetivo de anexarse Bolivia, Guayaquil y posiblemente, más territorio quiteño.

Existían también desacuerdos concretos en cuanto a cuestiones fronterizas entre los dos países, algunas deudas contraídas por Perú con la Gran Colombia en la ayuda dada para la lucha común contra España y también sobre otros puntos.

Ambos países iniciaron hostilidades a fines de 1828. Perú logró capturar Guayaquil, pero el mayor enfrentamiento del conflicto fue la célebre Batalla Tarqui, en la altiplanicie del sur de Quito, en febrero de 1829. Esta batalla la ganaron los grancolombianos, comandados por el mariscal Antonio José de Sucre.

Carrera Política[]

Tras conocer a Simón Bolívar, en 1817, Antonio José inició su carrera de gobierno, en la cual desempeñaría todos los cargos de la Administración civil; incluido el cargo de Presidente de la República, en Bolivia.

El 7 de octubre de 1817 recibió el nombramiento de Jefe de Estado Mayor de la división de la provincia de Cumaná, bajo las órdenes del general Bermúdez, nombrado comandante de la citada gran unidad. Estos nombramientos tenían, además la finalidad de reducir la disidencia que reinaba en Cumaná.

En 1820 viaja a las Antillas comisionado para adquirir material de guerra; misión que cumple con éxito. Ese mismo año desempeña, interinamente, la cartera de Guerra y Marina y es jefe titular del Estado Mayor General.

El Armisticio de Santa Ana[]

Tras la liberación de la Nueva Granada y creada la República de Colombia, el 26 de noviembre de 1820 Bolívar firma un armisticio con el general español Pablo Morillo. Antonio José fue quien redactó este Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, considerado por Bolívar como "el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra".

La importancia de los documentos redactados por Antonio José, en lo que significó la primera actuación diplomática del futuro Emperador, fue la paralización temporal de las luchas entre los patriotas y los realistas, y el fin de la guerra a muerte iniciada en 1813. El documento, marcó un hito en derecho internacional, pues Antonio José, fijó mundialmente el trato humanitario que desde entonces empezaron a recibir los vencidos por los vencedores en una guerra; convirtiéndose así en pionero de los derechos humanos. Fue de tal magnitud la proyección del tratado que Bolívar en una de sus cartas escribió: "este tratado es digno del alma de Sucre".

El Tratado de Armisticio tenía por objeto suspender las hostilidades para facilitar las conversaciones entre los dos bandos, con miras a concertar la paz definitiva. Este Tratado se firmó por seis meses y obligaba a ambos ejércitos a permanecer en las posiciones que ocupaban en el momento de su firma. El Tratado de Armisticio fue: "por el cual desde ahora en adelante se hará la guerra entre España y Colombia como la hacen los pueblos civilizados".

Intendente de Quito[]

El 18 de junio de 1822, varias semanas después del triunfo que lograría la independencia de Quito, Bolívar nombra a Antonio José como Intendente del Departamento de Quito. Al frente de los destinos de lo que más tarde sería su imperio, Antonio José desarrolló una positiva obra de progreso: fundó la Corte de Justicia de Cuenca; impulsó el primer periódico republicano de la época, llamado El Monitor, con tiraje en la capital; y promovió la creación de la Sociedad Económica de Quito.

De su actividad personal es buena prueba que, el 6 de septiembre de 1822, expidió y firmó en Quito 52 comunicaciones; entre las que mostró interés por la educación, afirmando que halló siete escuelas en Cuenca, y al final de su corta administración grancolombiana, dejó veinte.

Presidente de Bolivia[]

Tras lograr la independencia del Alto Perú, Antonio José convoca a una Asamblea Deliberante en la ciudad de Chuquisaca, el 9 de julio de 1825; y una vez que esta concluyó, se fijó que la forma de gobierno sería republicana, que el Mariscal Sucre era el redentor de los hijos del Sol, que el nuevo estado llevaría el nombre de "Bolívar" en homenaje al Libertador, quien a la vez fue designado "Padre de la República y Jefe Supremo del Estado".

Bolívar agradeció los honores, pero declinó la aceptación de la Presidencia de la República, para cuyo cargo designó a Antonio José. Pasado un tiempo se volvió a debatir el nombre de la joven nación, y un diputado potosino llamado Manuel Martín Cruz, dijo que al igual que Roma viende de Rómulo, de Bolívar vendrá Bolivia.

Al frente del Gobierno boliviano, Antonio José promulgó leyes progresistas; ejecutó la división política del país de acuerdo a la Constitución propuesta por Simón Bolívar; impulsó la instrucción pública; organizó el aparato administrativo; y, encaminó ambiciosos programas para la recuperación económica.

El 18 de abril de 1828, estalló un motín en Chuquisaca, en el que Antonio José fue herido de dos balazos. Este incidente ocasionó que el Mariscal tomara la decisión de abandonar el cargo de Presidente de Bolivia para evitar rencillas y contribuir a la pacificación de la República. La Asamblea local lo nombró presidente vitalicio, pero dimitió en 1828 a raíz de los motines y la presión de los peruanos opuestos a la independencia boliviana. Se retiró entonces a Quito, donde le esperaba su esposa, Mariana.

Ascenso al trono de Quito[]

Intento de asesinato[]

A finales del mes de diciembre de 1829, Sucre fue convocado en calidad de diputado a un congreso constituyente de carácter extraordinario en la ciudad de Bogotá, mismo que intentaría evitar la disolución de la Gran Colombia. La constituyente fallaría en su propósito y se desintegraría el 10 de mayo de 1830, pues no solo Venezuela había declarado su secesión el 29 de noviembre del año anterior, y el congreso debió aceptarla, sino que Bolívar renunció a la presidencia de la república dos días antes, y los diputados autorizaron a Nueva Granada y Quito para formar gobiernos provisorios para su erección como países independientes.

En el sur, el general Juan José Flores, que había presidido la administración grancolombiana del territorio quiteño tras la partida de Sucre, se haría con el poder provisorio saltándose algunas cabezas y formalismos, creando la República del Ecuador el 13 de mayo "hasta tanto se reúna la Asamblea Constituyente". Sucre fue informado de éste particular el 27 del mismo mes, mientras se encontraba en Popayán, ya en viaje de regreso a Quito. Aunque desde que había dejado la presidencia de Bolivia, había manifestado fehacientemente que deseaba retirarse de la política y las batallas para dedicarse a su familia y las propiedades del campo, el Gran Mariscal se dio cuenta que debería tomar las decisiones pertinentes cuando llegase a la nueva capital de la recién creada nación ecuatoriana.

Los enemigos de Sucre, y particularmente el general Flores, conocedores de su poder político como héroe de la batalla que selló la independencia del sur, encontraron peligroso su arribo a Quito antes de la Asamblea Constituyente que había sido convocado para el mes de agosto, ya que ésta podría considerar al Mariscal como la mejor opción para dirigir el nuevo Estado.

Flores se convirtió en el más importante de los actores intelectuales de un plan que buscaba acabar con la vida de Sucre mientras se encontraba aún en camino a Quito. El general envió un contingente militar a Pasto el 5 de mayo, para anexar ésta zona al Ecuador tras una manifestación en la ciudad que solicitaba formar parte del Ecuador; y con ello aprovecharía para ocultar sus intenciones de homicidio.

Entre los hombres enviados por Flores se encontraba el coronel Guerrero, que había sido enviado como su representante a una conferencia secreta celebrada en Tulcán para acordar los detalles del asesinato de Sucre, a la que también asistieron los generales neogranadinos Obando y Ayaldeburu, que veían al Mariscal como una opción en torno a la que podrían reunirse los simpatizantes de Bolívar y restituir la Gran Colombia más adelante.

De ésta manera, asediado por ambos flancos, el 2 de junio Sucre y sus hombres pernoctan en el rancho Salto de Mayo, propiedad del comandante José Erazo en la región de Berruecos. A la mañana siguiente llegan al caserío de La Venta, donde descansarán un día y una noche para un mejor rendimiento de las mulas; allí se encuentran nuevamente con José Erazo, que había llegado anticipadamente a pesar de haberlo dejado atrás hacía medio día. Sucre recibe de Erazo la noticia de que, apenas habían partido de su rancho aquella mañana, el coronel Apolinar Morillo había llegado con cartas de los generales Mariano Álvarez y José María Obando con instrucciones para que Erazo acompañase a Morillo a asesinar al Gran Mariscal, pero que éste (por consejo de su mujer según actas del juicio) había finjido aceptar para poder avisar a Sucre. Precavido con la noticia de Erazo, Sucre y sus hombres se mantienen alerta y esperan al día siguiente para partir, y evitar así que la emboscada sucediera en la noche.

En Ecuador, Flores había viajado a Guayaquil para no levantar sospechas; mientras en Berruecos, Morillo había reunido tres hombres que le había facilitado Erazo para no levantar sospechas, y esperaba el paso de la caravana de Sucre por el camino para consumar el plan. Sin embargo, Sucre había contratado a un guía local para que los conduciése desde muy temprano por caminos vecinales hasta pasar el punto de la emboscada que había informado Erazo, evitando de ésta manera a los asesinos que en vano esperaron el paso del Gran Mariscal hasta el medio día, cuando se enteraron de lo que estaba sucediendo en realidad. Morillo y sus hombres intentaron alcanzar a Sucre antes de su llegada a Pasto, donde sabían que no podrían evitar que se aprovisionara y refugiara.

Sucre llegó a la ciudad por la tarde, luego de un día entero de apresurada marcha por tortuosos caminos desconocidos por las tropas, y una vez allí denunció la intentona y tuvo al coronel Erazo y su familia como testigos. Poco más de una hora más tarde arribaron Morillo y sus hombres, fracasados en su intento de asesinato, y fueron apresados por los generales simpatizantes de Sucre. Pese a que había evitado la intentona y que contaba con amigos en las filas apostadas en Pasto, el Gran Mariscal sabía que no estaba del todo a salvo en la ciudad, por lo que reunió un contingente de 200 hombres y partió a Quito para encarar al gobierno floreano.

Enfrentamiento con Flores[]

Las noticias del intento de asesinato y del avance de las tropas sucristas llegaron a Quito el 5 de junio, el obispo Lasso de la Vega (amigo de la familia Carcelén) instigó al pueblo para declarar su apoyo al Mariscal, que se transmitió inmediatamente a las tropas acantonadas en la ciudad y que sumaban cerca de 400, aunque unos 100 de éstos soldados permanecieron fieles a Flores y salieron con rumbo a Riobamba comandados por el general Juan Otamendi. Por otro lado, en Guayaquil, el 7 de junio Flores recibió la noticia de que su plan había fracasado y que Sucre se dirigía a Quito para tomar el poder, partiendo inmediatamente hacia la capital con un grupo de trescientos hombres que debía integrarse con uno de 200 soldados que avanzaban para apoyarlo desde Cuenca.

Para cuando Sucre arribó a Quito el 8 de junio, su ejército había crecido a más de 500 hombres que se habían ido incorporando tras su paso por las ciudades de Ipiales, Tulcán, Ibarra y Otavalo. Una Junta de Notables que se había formado tras las noticias de su intento de asesinato, le entregó el Gobierno de manera inmediata en calidad de encargado del poder provisorio, mientras se reunía la Asamblea Constituyente prevista para agosto.

Las noticias del avance de Flores desde la Costa fueron informadas a Sucre el 9 de junio, y para entonces ya se habían reunido con el contingente cuencano y los disidentes quiteños en Riobamba, formando un cuerpo de 600 soldados que avanzaban hacia Ambato. Sucre dejó 200 hombres protegiendo el orden en la ciudad de Quito y decidió salir al encuentro de las tropas floreanistas, al mando de 600 hombres que crecieron a 800 cuando se les unieron contingentes en Sangolquí, Latacunga y Salcedo.

El encuentro bélico entre los ejércitos, llamado Batalla de Izamba, tuvo lugar el 21 de junio en la planicie homónima ubicada en las afueras de la ciudad de Ambato, que estaba tomada por los floreanistas. El combate se extendió hasta el 22, cuando Flores y Otamendi fueron derrotados y debieron replegarse hacia la localidad de Guano con el remanente de sus tropas (250 hombres). Sucre ingresó en Ambato, donde la ciudad aprovisionó a sus hombres con comida y pertrechos, además de que llegaron 100 soldados frescos de los alrededores para sumarse a la causa del Gran Mariscal.

El siguiente y último enfrentamiento con Flores tendría lugar el 3 de agosto en la llamada Batalla de Mocha, a las afueras de la ciudad homónima. Sucre estaba al mando de 700 hombres, mientras que Flores había logrado reunir 400 tras su primera derrota; ésta superioridad numérica fue decisiva, y para el medio día Otamendi le aconseja al general su rendición o de lo contrario se perderían todas las vidas. Flores envió un emisario a Sucre a las cuatro de la tarde de ese día, ofreciéndole su capitulación, que fue firmada al día siguiente bajo el nombre de Tratado de Mocha en la casa municipal de esa localidad.

Según los términos del tratado, Flores sería confinado a su hacienda La Elvira con una pensión anual de veinte mil pesos para que viviése cómodamente con su esposa e hijos, no podría recibir visitas de militares y estaría vigilado por un prefecto asignado por el Estado. Otamendi, en cambio, fue desterrado a Perú de donde volvió en 1835 para defender a Quito del agresor peruano. De ésta manera Sucre se aseguró el favor de los más escépticos (especialmente cuencanos y guayaquileños), que vieron el buen trato proporcionado a su enemigo como una muestra de su ecuanimidad como gobernante.

Encargado del poder provisorio[]

Tras el triunfo sobre los floreanistas, Sucre se dirigió a la ciudad de Riobamba para esperar la instalación de la Asamblea Constituyente, y desde allí le escribió una carta a su mentor Bolívar, contándole lo sucedido y pidiéndole consejo para tomar las decisiones que mejor sirvieran a los intereses de la integración grancolombiana ahora que él estaba a cargo del territorio de sur. Bolívar le respondería semanas más tarde, en una misiva donde le pedía (muy a su pesar) que abandonase el sueño de la federación y respetara la decisión del pueblo quiteño de formar una nación independiente, y que no podría pensar en mejor persona para dirigir el destino de éste nuevo país que él, su gran mariscal, amigo e hijo.

La Asamblea fue inaugurada el 14 de agosto, día en el que Sucre también prestó juramento ante los diputados para ejercer el mando provisorio hasta la elección del Jefe de Estado definitivo, desempeñar fielmente su cargo, sostener las libertades públicas y someterse a las deliberaciones del Congreso. Partió de regreso a la capital el mismo día, y al paso de su caravana por las distintas localidades, fue recibido con gran entusiasmo y algarabía.

Cuando Sucre finalmente llegó a Quito el 25 de agosto, el ambiente de apoyo que se había presentado a lo largo del camino no fue muy distinto y, por el contrario, se mostraba aún más fuerte debido a que los aristócratas y poderosos terratenientes se habían reunido en torno a su esposa Mariana, y su suegra Teresa, esperando de ésta manera congraciarse con él.

Pese a las muestras de apoyo populares y llevado por la experienca como presidente de Bolivia, Sucre se mostraba contrario a asumir el Gobierno definitivo del país, por lo que se dedicó a esperar los planes de la Asamblea Constituyente. Mientras tanto, emitió algunos decretos que priorizaban los aspectos sociales más importantes, como la educación primaria gratuita y obligatoria, la construcción de un sistema de escuelas y colegios en las capitales provinciales, la fundación de universidades públicas en ciudades donde no existían (Cuenca, Loja, Riobamba), y la creación de la primera Academia Militar con sede en Ibarra.

Nace la monarquía[]

Desde la sesión del 15 de agosto en la Asamblea Constituyente se había planteado la monarquía como una opción de Gobierno para el nuevo Estado, y aunque Sucre sabía que había ido ganando adeptos entre los diputados no se mostraba del todo convencido con la tesis, pero había jurado respetar la decisión que se tomara en Riobamba y así lo iba a hacer.

Para el 17 de agosto los monarquistas lograron la mayoría necesaria y el 12 de septiembre se firmó y oficializó la nueva Constitución de Quito que convertía al país en una monarquía moderada y constitucional, con un Emperador cuyo nombre se decidiría de acuerdo a las mejores conveniencias para la nación. En la capital, Sucre recibió la noticia con sentimientos ambiguos, pues enseguida entendió que sería él precisamente el candidato más opcionado para ocupar el trono, pese a que había manifestado su interés en retirarse a la vida familiar.

Tal como lo había previsto, una comisión de la Asamblea llegó a la ciudad de Quito el 18 de septiembre y mantuvo una larga reunión con Sucre en el Palacio de Carondelet para manifestarle que era el candidato más fuerte de los que se habían planteado en Riobamba, tras lo cual el Gran Mariscal, aconsejado por su amigo Vicente Aguirre, solicitó unos días para emitir su decisión y se retiró a su propiedad campestre de El Deán.

Cuando la ciudadanía se enteró de que Sucre era una de las opciones que se consideraban para Emperador, en todo el país aparecieron manifestaciones espontáneas a favor del héroe que los había liberado de los españoles, llevando estas muestras de apoyo a las puertas del mismísimo Palacio del Deán. Finalmente, presionado por las aclamaciones del pueblo, la familia de su esposa y los amigos allegados a su núcleo, el 24 de septiembre Sucre envió a Riobamba una carta manifestando que aceptaría la decisión de la Asamblea, misma que por su parte se veía cada vez más influenciada por la multitud exaltada a favor del Gran Mariscal.

Tras recibir la carta de Sucre la Asamblea votó su candidatura el día 30 de septiembre, y con 18 de los 21 diputados a favor, fue nombrado constitucionalmente como el primer Emperador de Quito con el nombre de Antonio I. Además, y para legitimar la futura dinastía como auténticamente quiteña, se acordó que su esposa Mariana tendría el mismo rango constitucional que él, aunque este no alcanzaba el ámbito político.

Según la resolución asentada en las actas de la Asamblea, Antonio José de Sucre fue escogido como el mejor candidato a ocupar el trono quiteño debido a que en él se conjugaban los intereses de todas las facciones:

  • Los republicanos, interesados en cambios de tipo social importantes, como los que ya estaba poniendo en marcha como encargado del poder provisorio.
  • Los nobles criollos, pues estaba casado con Mariana Carcelén de Guevara y Larrea-Zurbano, marquesa de Solanda y Villarocha, heredera de una de las fortunas más importante del territorio y por tanto no iba a perjudicar a la aristocracia, pues estaría perjudicando sus propios intereses familiares.
  • El clero, pues se mostraba católico devoto y su posición como esposo de una noble cuya familia por tradición estaba ligada a las altas esferas de la iglesia local, que garantizaba la religión y la fe católicas.
  • El pueblo llano, pues su condición de militar libertador del yugo español era considerada un cambio en la política absolutista que habían vivido hasta entonces; además de ser mejor tesis que llamar un Príncipe extranjero.

Proclamación[]

Las noticias de la decisión de la Asamblea llegaron a Quito el 5 de octubre con el pedido de que tanto Sucre como su esposa Mariana se presentaran en Riobamba para hacer la proclamación. Sucre, que había manifestado que aceptaría la decisión que tomen los diputados en Riobamba, debió prepararse entonces y la pareja salió de la capital tres días después.

Tras un viaje de diez días, los futuros monarcas se presentaron en el pleno de la Asamblea el 19 para tomar juramento y firmar las actas que los convertían en los primeros emperadores quiteños. Este acto se convertiría en el precedente de las posteriores proclamaciones parlamentarias tradicionales de cada monarca.

Con este acto se dio por terminada la Asamblea Contituyente, que llamó inmediatamente a elecciones para los miembros del Parlamento bicameral que habían escogido como órgano legislativo del Imperio, aclarando que este último sería el organismo encargado de escoger a los miembros de la Corte de Justicia y al Primer Ministro.

Coronación[]

Coronación Antonio José de Quito

Coronación de Antonio José como emperador de Quito (1830).

Artículo principal: Coronación de Antonio I de Quito

La coronación oficial de Antonio I y su esposa, Mariana Carcelén de Guevara, se llevó a cabo en la Catedral de Quitburgo el día 5 de noviembre de 1830 con una ceremonia de tres horas y media. En ella, la pareja fue investida como Emperadores de Quito por el obispo Lasso de la Vega, quien ciñó la cabeza del nuevo monarca con la corona de los Andes, que pertenecía originalmente a la imagen de la Virgen de la Asunción de Popayán pero fue donada a falta de una joya más apropiada.

La celebración para los no menos de mil quinientos invitados provenientes de todas partes del país se llevó a cabo en los jardines del Paseo de La Alameda, que se habían arreglado especialmente para la ocasión con faroles, velas y las llamadas ceras del norte. Las mesas principales se dispusieron alrededor del Monumento a Minerva, que por aquella época se encontraba al centro del paseo, y mientras más se alejaban menor estatus tenían los invitados.

Los vecinos más importantes de la ciudad colaboraron con el evento para congraciarse con Su Majestad, donando o prestando manteles blancos de lana, papel para adornar las mesas, cubertería, cristalería y vajillas de plata y porcelana con sus fuentes y salseras. Las monjas del convento de Santa Catalina fueron las encargadas de cocinar los platos por cerca de cuatro días previos al evento, siendo algunos ingredientes traídos desde las haciendas de la misma familia imperial, aunque también se adquirió otros (sobre todo especias y aves de caza) a mercaderes de la ciudad. La comida fue trasladada a La Alameda en la mañana del mismo día, y para mantenerla caliente se construyó una cocina provisional de madera en la esquina nororiental del parque.

El servicio empezó con la llegada de los invitados desde la Catedral alrededor de las dos y media de la tarde, y la de Sus Majestades a las tres; después de algunas felicitaciones personales, los platos empezaron a circular a eso de las tres y media. Dos bandas de música y una cantante traída desde Lima fueron las encargadas de amenizar la celebración con operetas durante la comida y valses o fandangos durante las interminables horas de baile, que se extendieron hasta alrededor de la media noche, aunque los emperadores se retiraron a las 22:45 debido a que Mariana se sintió indispuesta.

Reinado[]

Primeros años del Imperio[]

Entre las primeras medidas tomadas por Antonio José, después de recibir la constitución, estuvieron fortalecer su relación con el Parlamento para trabajar en conjunto en lo que a aprobación de leyes se refería, la oficialización de nuevos símbolos patrios, división territorial del país, asignación de funcionarios públicos y de la corte imperial, planificación de la política fiscal y el inicio de las relaciones internacionales con países de Europa y Estados Unidos.

En las primeras elecciones para primer ministro llevadas a cabo en noviembre, el Parlamento escogió para el cargo al guayaquileño Vicente Rocafuerte, candidato apoyado por el Emperador debido a sus probadas conexiones diplomáticas, habilidad política y, sobre todo, para aplacar los focos independentistas de Guayas que no se sentían verdaderamente representados en el nuevo gobierno.

El 18 de diciembre Antonio I oficializó la creación de la Universidad Nacional de Quitburgo, sobre las bases de la antigua Universidad jesuita y de la que él mismo había creado con el nombre de Universidad de Quito en 1822, como Intendente del territorio que estaba recién anexado a la Gran Colombia. El 21 del mismo mes ordenó la creación de la Academia Náutica de Guayaquil, que sumada a la Academia Militar que había abierto previamente en Ibarra, lograrían para Quito uno de los Ejércitos mejor preparados de la región.

En enero de 1831 evitó una guerra con Colombia al invitar al regente Joaquín Mosquera a una reunión en la Hacienda Mira, cercana a la ciudad de Tulcán, para conversar sobre manifestación voluntaria que Popayán y Cauca habían hecho para anexarse al Imperio quiteño. Tras las llamadas Conversaciones del Mira, Mosquera ofreció una tregua para que el conflicto sea dirimido por el futuro monarca de los colombianos, que estaba siendo buscado en Europa por una misión diplomática especial, y mientras tanto ambos territorios quedarían bajo administración quiteña y colombiana respectivamente.

En febrero de 1832 Antonio viajó fuertemente resguardado hasta Bogotá para reunirse con el recién coronado rey Carlos I y tratar los varios asuntos pendientes entre ambas naciones, que ambos habían manifestado querer resolver por la vía diplomática. Sobre el asunto de Popayán y Cauca, el tratado celebrado el 19 de ese mes determinó que Quito se quedaría con los territorios de Pasto, Barbacoas y Tumaco, mientras que Popayán y Cauca se mantendrían en manos colombianas pues esa era su nueva inclinación. A su vez se conversó sobre el reparto de la deuda de Independencia que se tenía con Inglaterra, logrando que este sea equitativo para las tres naciones resultantes tras la separación de la Gran Colombia.

En agosto de 1832 se emitió la resolución para adoptar el Imperati (I/.) como moneda oficial de Quito, a una tasa de cambio de I/.1 a £2,50, ordenándose su acuñación a una firma en Inglaterra. En septiembre se impusieron algunas medidas para impulsar la economía agroexportadora de la Costa y la manufacturera de la Sierra. Para el año 1834 se creó la primera entidad financiera del país bajo el nombre de Banco de Crédito, sociedad entre el quitburgués Manuel Bueno Valdés y el pastuzo Álvaro Ampudia Rojas, que se convirtieron en los principales financistas del Estado.

En 1835 se inauguró la Escuela de Bellas Artes de Quitburgo con patrocinio imperial, se contrató como director al pintor y escultor belga Antoine Wiertz, y se mandó a estudiar en Europa a los ya célebres quiteños Antonio Salas Avilés, Diego Benalcázar, y los hermanos Javier y Matías Navarrete, que mejoraron notablemente su técnica pictórica y se convirtieron en profesores de la Escuela a su regreso en 1842. Entre los estudiantes de la primera promoción destacaron Ramón Salas Cansino y Luis Salguero.

Sin embargo, y pese a las positivas medidas liberales que caracterizaron los primeros años de su reinado, la popularidad de Antonio I se vio disminuida fuera de la capital por rodearse en su mayor parte de ministros quitburgueses.

Brotes republicanos[]

Los focos republicanos fueron el mayor dolor de cabeza durante la primera década de vida del Imperio, sobre todo en Guayaquil, ciudad que se declaró nuevamente independiente el 12 de enero de 1833 con José Joaquín de Olmedo a la cabeza. El Emperador convocó a un comité negociador liderado por el primer ministro, Vicente Rocafuerte, que el 20 del mismo mes se reunió infructuosamente con Olmedo en Babahoyo, por lo que se decidió enviar las tropas imperiales desde Ambato y Guaranda, que terminaron por reestablecer el orden el 17 de marzo.

En 1834 la localidad manabita de Charapotó inició una revuelta autonomista que pronto se extendió por toda la provincia y tuvo que ser sofocada por el Ejército al mando del general Vicente Aguirre. De igual manera sucedió al año siguiente en Cuenca y nuevamente Guayaquil con el apoyo bélico del Perú, que puso al frente de sus tropas al general Juan José Flores, dejando a Quito al borde de la desintegración.

La intervención peruana que se presentaba magnánima para defender el derecho independentista de Cuenca y Guayaquil, buscaba en realidad la anexión de esos territorios a su país. La Guerra Quiteño-Peruana se llevó a cabo con la presencia de los mejores generales del imperio comandado las tropas, incluido el propio Emperador que, tras varios reveses sobre todo navales pues no contaban con el principal puerto, lograron finalmente imponerse, expulsar a los peruanos, retomar los territorios sublevados y anexarse las zonas de Piura y Jaén de Bracamoros.

Constitución de 1836[]

Después de la guerra contra el Perú, Antonio entendió que si deseaba poner orden en el país debía hacer a un lado sus ideales liberales y promulgar leyes que le dieran un mayor poder a la persona del Emperador. Disolvió el Parlamento y destituyó al primer ministro Diego Noboa que llevaba apenas nueve meses en el cargo, convocó a una Asamblea Constituyente que se reunió en Quitburgo entre junio y agosto de 1836 y promulgaron la nueva Carta Magna el 30 de agosto de ese mismo año.

La llamada Constitución Antonina era un documento que le brindaba un poder casi absoluto al Emperador, pues aunque las leyes que este emitía debían ser refrendadas por el legislativo, sólo debían pasar por la reducida Cámara de Senadores que estaba controlada por los simpatizantes de Antonio I, relegando a la más numerosa Cámara del Congreso a un segundo plano.

La Constitución entró en vigencia el 1 de septiembre con la posesión del nuevo Parlamento y el Primer Ministro, cargo que nuevamente sería ocupado por Vicente Rocafuerte, lo que causó malestar entre algunos políticos de la Sierra que ansiaban hacerse con el puesto. Sin embargo, esta vez Antonio procuró nombrar un Consejo de Ministros más variado que el anterior, teniendo representadas a casi todas las regiones del Imperio en el Gabinete.

Hacia 1837 empezó a causar malestar otro punto aprobado en la nueva Constitución: la abolición paulatina de los tributos indígenas a los hacendados, que veían reducida una de sus principales y más fáciles fuentes de ingresos. Antonio debió pactar con ellos la eliminación de varios impuestos que habían sido aprobados por el Parlamento a las haciendas productoras de algodón en la sierra y cacao en la costa, con lo que esta situación fue relativamente subsanada.

Consolidación imperial[]

En 1840 Antonio I hizo nombrar como nuevo Primer Ministro al conde de La Ría, Francisco Aguirre Abad, quien había obtenido el favor del Emperador gracias a sus cuatro años como Gobernador de Manabí, territorio que había tenido un desarrollo impresionante durante su administración, llegando a tener un nivel de vida casi similar al de la capital.

La principal obra de Aguirre fue el plan de educación y cultura quiteña, que en forma de síntesis se caracteriza por la reorganización y modernización de los estudios superiores, la puesta en marcha de programas de alfabetización a gran escala, y la creación de escuelas rurales para niños y niñas de escasos recursos en las que se sustituyeron la hoja de cabuya y la mesa de arena por planchas de pizarra, para lo cual se crearon fábricas en Riobamba, Tulcán y Portoviejo.

Tras varios años de conflicto, en 1842 Antonio I finalmente logró consolidar una alianza con el reino de Perú, casando a su cuñada María Manuela de Carcelén con el príncipe Augusto de Perú y Sajonia-Hildburghausen, quinto y último hijo del rey Pablo I. Poniendo así fin a más de diez años de hostilidades bélicas entre ambas naciones, con lo que Quito pudo dejar de preocuparse por sus fronteras y concentrarse en el crecimiento de su economía.

En 1845 es nombrado primer ministro Vicente Ramón Roca, que por su próspera experiencia comercial aconsejó hábilmente al Emperador sobre las políticas necesarias para poner orden en las arcas fiscales del Estado, dejando para el final de su periodo (1855) una economía en franco crecimiento por primera vez desde la Independencia.

En 1847 comprometió a su hija menor, la princesa María Isabel, con el archiduque Guillermo de Austria-Colombia, último hijo del rey Carlos I, formalizando así una fuerte alianza con el vecino del norte. Ese mismo año se inició la enseñanza técnica con la creación del Real Instituto Agrario de Ambato, piedra angular del crecimiento económico quiteño durante la siguiente mitad del siglo XIX, la Real Universidad de Medicina de Cuenca (1851) y la Academia Técnica Imperial de Quitburgo (1853).

En mayo de 1848 el Emperador partió de Guayaquil en una gira que le llevaría por varias Cortes de Europa entre agosto y diciembre de aquel año, dejando como regente del Imperio a su esposa Mariana. El viaje no sólo tenía como fin el estrechamiento de lazos políticos, sino la búsqueda de una esposa para el príncipe heredero que se encontraba estudiando en Suiza y que llegó a feliz término con la elección de Alejandra de Sajonia-Altenburgo. Adicionalmente consiguió también un enlace entre su hija María Teresa con el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha y Koháry, sobrino del rey Leopoldo I de Bélgica.

Por otro lado, y en el mismo marco de la gira por Europa, el 3 de septiembre Antonio suscribió en Londres el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Quito y Gran Bretaña, que estrechaba las relaciones comerciales entre ambas naciones y ponía a Quito en situación de ventaja con Europa si lo comparamos con sus vecinos latinoamericanos, excepto Brasil. El viaje del Emperador se alargaría hasta febrero del año siguiente.

En 1850 Vicente Ramón Roca fue reelegido como primer ministro con amplio apoyo popular debido a su buen trabajo durante el período anterior, al año siguiente se fundó el Banco Central de Quito para apoyar con créditos a quienes presentaran proyectos de industria y comercio internacional que favorecieran el crecimiento económico del país; nacía así la industrialización quiteña.

Últimos años y fallecimiento[]

Los últimos años de Antonio I en el trono no solo llegaron con la cosecha de una boyante economía, fruto de las acertadas decisiones de la década anterior, sino que la estabilidad política contrapuesta a la poca solidez de los sistemas gubernamentales latinoamericanos de la época, colocaron a Quito en una posición de prestigio mundial que sólo había alcanzado hasta entonces Brasil.

El 12 de diciembre de 1851, durante la celebración del inicio de las fiestas navideñas, Antonio I se retiró temprano del baile ofrecido en los salones del Palacio de Carondelet debido a una molestia en el abdómen, cayendo en cama por varias semanas en lo que hoy se conoce que fue el inicio de un cáncer de estómago.

El Emperador se retiró paulatinamente de la vida pública y dejó gran parte de las decisiones de Gobierno en manos del joven Príncipe heredero. Finalmente, Antonio I de Quito, el libertador y primer monarca del país, falleció el 17 de junio de 1854 tras una agonía de dos semanas en su habitación de El Deán, tenía apenas 59 años de edad.

Las honras fúnebres duraron seis días y el luto nacional se extendió seis meses, según marcaba el protocolo. Sus restos fueron sepultados el 23 de junio en la Cripta de la familia Carcelén en la iglesia de San Francisco, pero su hijo los trasladó a la Cripta Imperial del Deán seis años más tarde.


Predecesor:
Él mismo
(como encargado del poder provisorio)
03 Reino de Quito - Escudo de Armas Mayor
Emperador de Quito

1830-1854
Sucesor:
Antonio II de Sucre-Quito y Carcelén
Predecesor:
Creación del título
Encargado del poder provisorio de Ecuador
1830
Sucesor:
Él mismo
(como Emperador)
Predecesor:
Simón Bolívar Palacios
Presidente de Bolivia
1825-1828
Sucesor:
José María Pérez de Urdininea
Predecesor:
Melchor de Aymerich
(como representante español)
Intendente de Quito
1822
Sucesor:
Vicente Aguirre
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